Hay dos elementos fundamentales que definen Hombre, la obra que crearon entre Peter Wiechmann y José Rafael Méndez en los años 70.
En primer lugar, hay un claro objetivo documental y didáctico. La serie es, por encima de todo, un recorrido por el salvaje oeste que quiere partir de la realidad para insertar en ella la historia de ficción de su protagonista, Baltimore O’Hara, un hombre acusado de asesinato y que, en su huida y perseguido por un agente de la Pinkerton, renuncia a su nombre, pasa a ser conocido como Hombre y va demostrando sus habilidades para moverse con nobleza en unos tiempos tan peligrosos.
En segundo lugar, y quizá movido por esos mismos objetivos, Hombre es un deleite visual inagotable. Méndez, uno de esos dibujantes que no han recibido dentro de nuestras fronteras el reconocimiento que merecen y que desarrolló todo su trabajo en Francia y Alemania, ofrece aquí unas ilustraciones maravillosas que, efectivamente, acompañan con maestría la labor documental que Wiechmann asume desde el principio. Quizá el paso de los años haya hecho que Hombre sea una obra cada vez más confinada a los amantes del western, pero el antagonismo y la cercanía que se establece con inteligencia entre el protagonista y su perseguidor, además de otros muchos temas que se tratan, hace que no sea una serie que se haya quedado vieja.